Drama criminal en el que un barrio italiano de New York se ve alterado por los asesinatos del Hijo de Sam en el verano de 1977. Inspirado en un caso real. A Spike Lee poco le importa la investigación policial, el perfil del psicópata o las derivaciones terroríficas de la historia. Intenta hacer un pequeño retrato de la época, de su música, sus vestimenta y su lugares nocturnos. Por primera vez en su carrera sus personajes no son negros y, más allá de algunos estereotipos, hace un gran retrato de ellos basándose en las poderosas interpretaciones. El problema es que el espectador siempre sabe más que los personajes. Si bien no molesta hasta la resolución, afecta el sentido del film. Su discurso sociológico sobre la xenofobia, el racismo y los prejuicios se le vuelve en contra porque resulta demasiado obvio, llega tarde y carece de impacto. Eso sí, el contraste entre el punk incipiente y la música disco, el auge de la libertad sexual y el drama de un matrimonio en crisis de hipocresía están expuestos con acierto. De regalo asistimos a unos asesinatos a boca de jarro acompañados con música a todo volumen que no terminan de cuajar. Otra vez Lee erra el camino. El único responsable del desinterés por su cine es el propio Lee.