Cuento de terror en el que un hombre después de ser hipnotizado sufre visiones, alucinaciones y premoniciones en un vecindario de Chicago. Adaptación de la novela de Richard Matheson (1958). David Koepp realiza una inteligente historia de fantasmas. En la excelente primera hora, la manera introduce el sentido del humor y escenas violentas establecen el tono. La genial secuencia del protagonista hipnotizado con técnicas reales por su cuñada muestra un secuestro, déjà vu en casa del vecino. Con el triple montaje (Kevin Bacon escuchando música, la esposa no nota el fantasma de la muerta y el hijo pierde el control de la tv) la película llega al clímax. El papel que juega cámara es como si fuera un fantasma. El giro hacia la locura y obsesión no es despreciable. Los flashbacks hacen un buen uso de la canción leit motiv. El problema es que dilata algunas situaciones (pelea con esposa, intromisión de los vecinos) y se pierden todos los momentos inquietantes. Además explica lo sucedido (que estaba bien planificado), y la segunda mitad nada que ver que con lo que insinuaba el film. En la resolución por primera vez Koepp juzga y condena a sus personajes. Al menos se las arregla para establecer la posición de residencia del mal en nuestras mentes, miedos y errores. Puede estar al cruzar la vereda de la calle.