Aventura de ciencia ficción en la que dos niños deben rescatar a sus padres espías de un villano que quiere crear un ejército de chicos con el cerebro lavado en Texas. Al inherente vértigo narrativo de sus guiones y a la inventiva visual propia del comic, que hacen que el ritmo de sus films no decaiga nunca, Robert Rodriguez agrega una parodia a ciertos estereotipos de Hollywood y una crítica al consumismo desenfrenado. Y nos regala una imagen, la de los niños en una sala de montaje que les inserta un cerebro que nos dice mucho más que cualquier discurso sobre estos temas. Todo dentro de una película supuestamente para chicos pensada para el consumo masivo y financiada por una filial de Disney. Rodriguez acierta al darle el protagonismo a dos niños nada bellos o glamorosos que sostienen por sí solos el film. Excelente resulta el diseño de producción con ese castillo gótico en medio del mar con pasillos y puertas que no llevan a ningún lado y un catálogo de criaturas como unos dedos pulgares torpes o unos científicos transformados en monstruos. Los efectos visuales no esconden sus defectos y los efectos de maquillaje realizan un buen trabajo. El film es una agradable sorpresa que confirma la versatilidad de su director y dignifica al cine infantil.