Drama criminal en el que cuatro amigas estudiantes universitarias son arrestadas durante sus vacaciones de primavera en Florida y deben hacer un favor al narcotraficante que las saca de prisión. Harmony Korine da un sorprendente giro en su carrera luego de ese salto al vacío que supuso Trash Humpers (2009). Se lanza de lleno a producción con cierto gancho comercial y una base genérica en el policial. El resultado es un fascinante ejercicio de estilo que convierte al film en una especie de moderno cuento de hadas perverso. Sorprendente son el grado de abstracción que consigue dentro de un material tan trillado y el gran trabajo con los actores y las actrices a partir de la captura de los gestos. Una de las revelaciones de la película es el tono entre jocoso y paródico, pero que da lugar para momentos dramáticos, angustiantes y surreales. Por momentos logra momentos de una perturbadora intimidad entre los personajes. Hay un constante juego con el quiebre de la verticalidad, de la pantalla, de los colores, de la historia. La imagen su vuelve líquida. La excelente, sutil y constante utilización de la música en todo momento toma distancia de lo que imágenes muestran. La ironía también es una constante, ya desde la secuencia de créditos, con esas postales publicitarias de una fiesta playera ralentizadas y pseudo pornográficas, seguida por una escena que muestra la realidad: un grupo de amigos drogándose con unas pipas en una oscura habitación de vaya a saber qué hotel o residencia estudiantil. Obviamente desde la coherencia del discurso Korine nunca va a ganar un premio, pero el film es un gran logro para su cine.