Cuento de terror en el que tres adolescentes son secuestradas por un hombre que sufre un desorden de múltiples personalidades en Philadelphia. Luego de la recuperación comercial que supuso de The Visit (2015), Shyamalan continúa en la factoría Blumhouse de cine de terror ahora con un presupuesto un poco más holgado y planteos narrativos más afines a los de sus primeras películas. La secuencia que abre el film en la que las jóvenes son raptadas es lo mejor que ha filmado en más de una década. La premisa del film nos retrotrae al cine exploitation de la década de 1970, pero Shyamalan aligera este costado de la historia con la trama de la psiquiatra que trata al protagonista. El problema con estas escenas es que devienen accesorias porque ese personaje desconoce lo que el espectador ya sabe desde la primera escena. Aun así, el juego de la perversión es más perverso por la restricción que lo acoge: la regresión como niño, el progresivo desprendimiento la ropa de las chicas, la imagen del cuchillo en la carne. El humor no es tan evidente como en otras ocasiones, pero igualmente está presente de forma subterránea y si se quiere más maliciosa. El rostro de Anya Taylor-Joy es ideal para el género de terror. James McAvoy hace horas extras con las múltiples personalidades y tiene lugar para lucirse, pero con Joaquin Phoenix (como estaba previsto) Split hubiera sido otra película. La duración es un poco excesiva y en el clímax se siente. El guiño final a Unbreakable (2000) es un poco forzado, pero no afecta al desarrollo del film.