Comedia romántica en la que una chica conoce a dos chicos y, como no puede decirse por uno de los dos, viven los tres juntos en un departamento en Los Angeles. La película es un necesario cambio de dirección y ritmo en el cine de Araki, que había llegado a los límites de la provocación y la caricatura con la trilogía del Apocalipsis. No es que se haya suavizado, aburguesado o siquiera vendido a la industria. De hecho los personajes comparten los mismos gustos y tipologías que los anteriores, el presupuesto sigue siendo modesto y los temas son siempre los mismos. Pero tal vez se haya cansado de tanta angustia, tanto nihilismo o o tanta desesperación y adopta una mirada más optimista sobre el nuevo milenio. Pese a que la precarización laboral, la falta de expectativas claras y el contraste entre lo ideal y lo real están ahí presentes, el gran mérito del film es sobrellevar esos temas a otro terreno. Lo hace a través de uno de los temas más simples y complejos, el amor, su búsqueda y pérdida, su consumación y decepción. Se destaca en este caso la capacidad de síntesis para resumir en una historia de 93 minutos tres relaciones amorosas. Conserva eso sí, un llamativo diseño de producción, una colorida fotografía que le dan una distinción algo kitsch, y el gusto por las bandas alternativas en el soundtrack, aunque con toques más electrónicos. Si bien las escenas de sexo no son para nada explícitas y la historia del tercer pretendiente es poco creíble, están en función del esquema de la comedia romántica clásica de las décadas de 1930 y 1940. Viendo la obra completa de Araki el film es absolutamente coherente y necesario. Ahora puede explorar con más libertad los temas de siempre.