Cuento de terror en el que un conductor vestido de negro toma venganza contra una pandilla de fanáticos de los autos que hace rituales demoníacos en un pueblo de California. DeCoteau toma prestada la misma premisa de The Wraith (1986). Al principio, el formato panorámico y la presencia de autos hacía pensar en mayor disposición de medios. Pero con ocho días de rodaje en total no puede filmar más que una carrera de autos, poner ralentíes en todo lugar posible para extender la duración e incluir la mayor cantidad de torsos desnudos masculinos posibles para ocupar espacio. La música de rock pesado con algunos toques electrónicos se vuelve redundante. Todas las escenas parecen desconectadas o afectadas. Hasta cuando los personajes van de un lugar a otro lo hacen en cámara lenta. El film representa el triunfo de la forma vacía sobre el contenido vacío.