Drama en el que un escritor dado de baja del ejército vuelve a su pueblo en Illinois en 1947. Adaptación de la novela de James Jones (1957). Vincente Minnelli sigue estirando la duración del plano. Los desplazamientos permiten ver la constante sensación de desapego del protagonista, ya sean pulcros y ordenados o sórdidos y caóticos, esa sensación de no pertenecer. Y si alguna vez los actores se pueden quejar porque presta más atención a los decorados que a la interpretación, en este caso, Dean Martin y Shirley MacLaine se lucen por encima de Sinatra. La adaptación hace un gran trabajo de condensación de la voluminosa novela de Jones. El cambio más significativo es la presentación de los personajes y la importancia que cobra MacLaine. El corazón afectivo, la relación con el hermano y la trama de la compañía de taxi quedan descartadas rápidamente en pos del sueño de volver a escribir. Los melodramas de Minnelli son inapelables. Aquí no hay ironía como en Douglas Sirk, pese que los ambientes se parezcan. Las dos escenas montadas casi en continuado en la que la profesora lo rechaza y su novia le dice que lo quiere pese a que no lo entiende desconsolada. La resolución es un poco precipitada, pero no tan drástica como la novela.