Drama en el que un empleado de un call center participa de un programa televisivo de preguntas y respuestas en Bombay que le hace recordar sucesos de su infancia. Boyle da un vertiginoso paseo por la pobreza del tercer mundo. El film es vibrante, pero no puede controlar sus excesos. El gran mérito es la autenticidad con que los niños interpretan a sus personajes. Pero el guión no puede esconder la excusa de incluir flashbacks (la historia en el presente pierde peso) y la historia de amor no se sostiene (el personaje femenino es demasiado chato, la resolución demasiado azucarada). Como siempre en Boyle los rubros técnicos se destacan: la fotografía mezcla realismo y estilización, el montaje tiene una precisión a la misma altura de la velocidad, la música mezcla electrónica con ritmos hindúes. De todas maneras, la fuerza de la historia soporta el artificio del programa de televisión, el guión no ahorra detalles de la explotación (los niños ciegos) y algunas secuencias están bastante inspiradas (la llegada al palacio, el asesinato en el prostíbulo). Parece que Boyle sólo tenía que incluir un final feliz para que una de sus películas gane todos los premios.