Aventura en la que una editora de una revista y un piloto quedan varados en una isla desierta luego de un accidente en el Caribe. Ivan Reitman se pone al servicio del modelo clásico de la acción de Hollywood, Harrison Ford y la más pura liviandad. El resultado es atractivo por la falta de pretensiones. Pese a la previsibilidad de la historia, a Anne Heche que no se sabe cómo llego ahí, el zopenco de David Schwimmer y la peligrosa superposición de géneros, el film se sostiene. Porque Ford es la última estrella de cine viva en actividad, la transparencia de la puesta en escena es total, las locaciones dan sabor exótico, la sensación de peligro es real y no hay cinismo en puerta. Todo un poco anticuado eso sí, pero no molesta. Reitman nunca será un artesano, tampoco un mercenario.