Thriller en el que una diseñadora de software alquila un cuarto de su departamento a una joven que se obsesiona con ella en New York. La película tiene las previsibles dosis de paranoia, sexo y violencia. Está resuelta mucho mejor en la primera parte porque los indicios de locura de la inquilina se dan dentro de una relación de amor y odio que deriva en obsesión. Después, con el tonto juego de los asesinatos y la persecución, la psicopatía se vuelve demasiado racional. Aun así la ambientación de este tipo de relatos en un edificio siempre hace recordar en algo a Repulsion (1965) o Rosemary’s Baby (1968).