Comedia romántica en la que un hombre separado oculta a su nueva novia que tiene una hija de 9 años en Buenos Aires. La película está mal planteada desde el principio: hay toneladas de condescendencia hacia los personajes, depende excesivamente de un solo chiste y el personaje de la niña se vuelva tan inverosímil como insoportable. Si bien por momentos la relación padre/hija adquiere algo de humanidad, Winograd no hace ningún esfuerzo por corregir el esquema. Pero lo más grave es que como comedia romántica no hay nada en juego en la relación entre la pareja protagonista. Acá el macho no necesita ser humillado porque se humilla él solo (lo que es una recurrencia de la comedia romántica contemporánea) y el personaje de Maribel Verdú tiene una sola dimensión. Que el protagonista sea un dueño de una tienda de música y sus problemas sentimentales estén en primer plano, cada tanto hace pensar en High Fidelity (2000), pero las similitudes se acaban allí. La sensación del cine Winograd es que se pasó demasiado rápido y demasiado fácil a un tipo de cine industrial, empaquetado e impersonal donde el grado de impersonalidad es la regla: los travellings, el montaje, el uso de la música son tan calculados como vacíos. Es una lástima porque el dibujo de algunos personajes secundarios esta vez recuperaba la frescura de su ópera prima.