Comedia fantástica en la que unos niños encuentran una piedra mágica que concede deseos en un pueblo de Texas. A esta altura, a las películas infantiles de Robert Rodriguez les resulta muy difícil disimular el hecho de que son una pantalla de su obra “adulta” o meros productos para amortizar costos para dejarlo bien parado en la industria. Si bien encontramos críticas al consumismo y el neo fascismo, un acercamiento propio de Joe Dante, y unos chistes subterráneos que elevan el target, es el propio Rodriguez el que no se toma en serio al producto. Porque la división en capítulos y las alteraciones temporales son un capricho, porque la velocidad con que narra, monta y planifica es impostada, porque la precariedad de los efectos visuales ni simpatía causa, porque algunos segmentos son decididamente despreciables (el del moco) y porque ver a James Spader botoxeado como villano resulta triste. El film se entierra en su propia intrascendencia. Sólo algún chiste como la unión en cuerpo del matrimonio, algún momento como las reglas para usar la piedra mágica o algún personaje como la niña oscura hija del villano salvan a la película del total desastre. A la espera de su próximo pastiche, Machete (2010), Rodriguez no revierte la tendencia pendular su obra. Ya prepara el cuarto capítulo de Spy Kids (2001).