Documental sobre un concierto de The Rolling Stones en un teatro de New York. Era sólo cuestión de tiempo para que se juntaran las carreras de la banda de rock y el cineasta más legendarios en actividad. Lo hacen en un documental lujoso e imponente en el cual Scorsese utiliza la misma técnica que The Last Waltz (1978). Si bien no es proyecto personal, sigue la máxima de su cine, es decir, la fascinante mezcla de estilización y realismo, logra transmitir por momentos toda la energía y el impacto de un concierto de rock (especialmente al arranque) e interpreta mejor que cualquiera el mito viviente de los Stones, que siguen juntos porque la pasan bien arriba del escenario. El trabajo de cámara se lleva todos los elogios, bien cercano y desde adentro, colores nítidos y vivos y encuadres y movimientos perfectos. Nuevamente Scorsese da una clase de cómo apropiarse visualmente de un fenómeno ajeno. Las imágenes de archivo con entrevistas a los miembros de la banda y apariciones en programas de televisión, le da color al film sin interrumpir el recital. Mientras Scorsese desarrolla otros proyectos, se divierte haciendo documentales de música.