Giallo en el que las modelos de una prestigiosa casa de alta costura empiezan a ser asesinadas en Roma. Mario Bava realiza el primer giallo en colores. Se destaca el excelente uso del rojo (pero también el verde y el azul). La película construye sin problemas una atmósfera gótica en un ámbito urbano. Todas claves del giallo (las mujeres hermosas asesinadas, la apariencia del asesino y la ineptitud de los detectives) ya están presentes aquí, incluso la resolución a contra corriente de la identidad del asesino. Los cinco asesinatos no son tan sangrientos como los de Argento, pero ya marcan una tendencia.
Mario Bava da rienda suelta a su perversa imaginación para moldear un nuevo subgénero cinematográfico, el giallo, más tarde transformado en slasher en América. Lo hace con un dominio técnico y formal acorde a sus anteriores films. A partir de la ritualización y de la repetición de los asesinatos, la temporalidad del relato adquiere una nueva dimensión en su película. La importancia del musical en la composición y el montaje de las escenas de asesinatos conecta con la imagen-sueño de Vincente Minnelli (o la imagen-pesadilla de Tobe Hooper) y da una idea del cuidado estético del film. El lugar dónde acontecen los asesinatos marcan una progresiva cercanía hacia la intimidad. El gusto de Bava por mostrar a los personajes a través de travellings mientras están quietos, ya dan una idea de las relaciones de poder y de las turbulencias que se esconden bajo las apariencias. La secuencia de créditos con los personajes como maniquíes es una declaración de principios sobre su manejo de la puesta en escena. La trama de misterio carece de importancia, o Bava le presta muy poca atención, porque la pulsión asesina consume todo el medio. En ese sentido, la revelación de la identidad del asesino se resuelve en una conversación entre dos personajes (aunque después haya lugar para un giro sobre el final). La importancia de Sei donne per l’assassino también se observa en el carácter premonitorio de la irrupción de la sangre en el cine de terror. Y lo hace a partir de una imagen de belleza arrebatadora: la sangre que surge del agua en el asesinato de la bañera. Todavía no es gore. La sangre no es derramada, sino que fluye como líquido, pero ya no hay vuelta atrás en la historia del género.