Comedia de ciencia ficción en la que un vendedor de seguros viaja con una vecina en busca de su ex novia en California poco después de que un asteroide choca contra la tierra. La guionista Lorene Scafaria debuta en la dirección con un modesto vehículo para Steve Carrell tratando de explotar su veta cómica y melancólica. Si la premisa es propia de la ciencia ficción, la proximidad del fin del mundo sólo es un pretexto para un acercamiento más sentimental. Pero la película tampoco puede ir mucho más lejos. Principalmente porque la comedia de inversiones se agota en la primera media hora, la historia de amor debe luchar con la previsibilidad del desarrollo y el sustrato conformista conservador es alarmante. El estatismo de la cámara en función de los actores, la espantosa corrección del color, el poco provecho que saca de los espacios vacíos son propios de la chatura militante de la puesta en escena. Sólo queda la nostalgia hacia los discos de vinilo, la época dorada del rock, una última escena con algo de emotividad y el bello fundido en blanco. Película demasiado temerosa de explorar nuevos territorios. Se queda con lo poco que sabe de antemano.