Drama en el que un director de cine de Paris quiere hacer un film contra las drogas, pero para conseguir financiamiento debe hacer un trabajo como traficante. Con una austeridad y una sobriedad propia de la nouvelle vague, Garrel reflexiona sobre las posibilidades del arte para intervenir en la realidad. Pero lo hace con una distancia sobre su personaje (que no puede ver lo evidente) que hace que su film se convierta en una experiencia incómoda. Porque queda claro que el amor, la ilusión y el deseo es el disparador de todas sus acciones: el motivo de la realización del film, la razón por la que acepta el encargo y la incapacidad de ver la realidad. Pero finalmente Garrel se revela muy pesimista sobre las posibilidades de expresión, el ideal romántico o los mecanismos del sistema, porque el individuo no puede salirse de sí mismo. Formalmente la fotografía en blanco y negro y en scope, la música clásica, el piano y la planificación fija y segura le dan ese tono atemporal y casi abstracto de la nouvelle vague. Garrel continúa haciendo un cine a contracorriente. Sólo por su persistencia merece reconocimiento.