Thriller de acción en el que un grupo de mercenarios persigue una maleta a lo largo y ancho de Francia. El film es toda una lección de un director veterano a los jóvenes realizadores de películas de acción que sólo saben hacer ruido, explosiones, tiroteos y no dejar quieta la cámara. Lo mejor son las tres persecuciones automovilísticas, la primera de noche sirve como preludio, la segunda en Niza por calles estrechas y la tercera en París repleta de choques, realistas y espectaculares. La sensación de velocidad y la ausencia de música (que deja oír el ruido de los motores) resultan magistrales. Destacar también la ambientación europea que le da al tono de la acción muy concreto, que no abunda en tecnicismos, explosiones o tiroteos, la presentación de los personajes a partir de un juego de miradas en un bar perdido y los toques violentos que dan la sangre en la ventanilla y la escena de la bala que extraen al protagonista. El Ronin del título hace referencia a los samuráis que quedaban sin señor en el Japón feudal, pero es apenas una pizca de misticismo oriental. Algunas fallas, especialmente de guión, en cuanto a la trama del traidor y las vueltas del final, quedan apenas en evidencia por la maestría de la puesta en escena. Luego de varios trabajos para la televisión Frankenheimer vuelve a demostrar que es uno de los mejores directores de su generación.