Séptimo capítulo de Puppetmaster (1989) que narra el origen de las marionetas cuando un joven André Toulon conoce a un hechicero egipcio en París en 1902. Realmente hay que ponerle ganas a los subproductos de Full Moon en los que el guión avanza a cuenta gotas, el gore y el sentido del humor es inexistente y los actores carecen de encanto y simpatía. Ni siquiera la presencia de DeCoteau (bajo seudónimo) en la dirección logra aportar algo diferente. Podría estar dirigida por Ted Nicolau o el propio Charles Band que no hay diferencia. Tampoco se entiende para qué van a Rumania a filmarla para abaratar costos si ni siquiera aprovechan las locaciones europeas para crear algo de atmósfera. Las marionetas están ligeramente modificadas respecto a los anteriores films, aparece brevemente una nueva (cíclope) y cobran vida a partir de un anillo que pincha a un muerto. Pero el gran problema es que no matan con la crueldad habitual y la ausencia de gore es total a causa de la calificación de edad PG-13. Los villanos de turno son unos sirvientes que buscan al hechicero que claramente están inspirados en los extraños de Dark City (1998). El protagonista de turno, el patético Greg Sestero, con su acento francés amanerado, parece una versión afeminada de Owen Wilson. El único aporte atractivo es el papel de la hija del diplomático enamorada del protagonista y encerrada por su padre como símbolo de la mujer victoriana a punto de romper las cadenas.