Musical de terror y ciencia ficción en el que un recolector de órganos trabaja para una corporación médica en Norteamérica en el año 2056. Darren Lynn Bousman aprovecha el crédito (económico) de las tres secuelas de Saw (2005–2006–2007) para financiarse un musical con la auto impuesta etiqueta de culto. Si el combo puede invitar a la simpatía por el tono de comic, el dibujo de los personajes, las canciones delirantes y el hecho de que todos los diálogos sean cantados, sin duda la estética de Bousman no es la más apta para ensamblarlos. Porque la ausencia de transiciones entre las escenas aborta todo propósito narrativo, porque los actores nunca encuentran el tono adecuado, porque las asociaciones de montaje se pierden en la velocidad de la acción, porque las dosis de sexo y de violencia quedan tamizadas y porque el clímax arriba del escenario es lo más anti De Palma posible. El film es fallido por méritos propios. La escuela visual de Zack Snyder empieza a dar aprendices. Tal vez sea preferible que se queden en el cine de terror básico y rudimentario.