Historia de amor de un pintor y una chica que espera a su novio a lo largo de cuatro noches en un puente de Paris. La película tal vez sea uno de los films de Bresson más ligeros (hay breves interludios de bossa nova en las calles) y accesibles (se sostiene en la simple progresión narrativa de la historia). Lo que no quita la rigurosidad de su dispositivo visual y la amargura de la resolución. Uno de los secretos de su cine austero y minimalista es que utiliza la cámara como un pincel. No hay ningún elemento que escape de su control (incluso los actores-modelos). De esta forma las imágenes quedan en un estado figurativo puro (símbolos en sí) y las emociones no pueden ser fingidas, sólo experimentadas.