Cuento de terror en el que un grupo de amigos se reúne en una funeraria y revive a unos verdugos que mataban brujas en el siglo XVIII en New England. La película es el último subproducto de DeCoteau bajo seudónimo para Charles Band filmado en Rumania antes de crear su productora y tener el control creativo de sus proyectos. Pero no es ninguna despedida gloriosa. El retrato de personajes falla miserablemente por un cinismo anulador. Como película de zombis, la ausencia de gore la limita. La supuesta auto referencialidad al género de terror no va a ningún lado. El guión en vez de simplificar, complica innecesariamente, los muertos vivos no matan, sino que se posesionan de las víctimas y la trama de la búsqueda de una llave no viene a cuento. En consecuencia, el film se torna insoportable pese a los escasos 73 minutos de duración. Sólo para destacar la fotografía oscura con tonos azules y algunas líneas de diálogos con referencias que van de Calígula a Billy Idol. Demasiado poco. Los efectos visuales de ojos rojos y las voces de ultratumba poseídas resultan indignas para cualquier tipo de producto. Ni siquiera el homoeroticismo latente hace su aparición. Apenas una insinuación entre los protagonistas y una ducha de un personaje masculino después de tener sexo. Si bien no hay que descartar problemas en la sala de edición, el film es uno de los peores trabajos de DeCoteau durante su etapa de transición.