Thriller en el que un publicista de New York recibe una llamada en una cabina callejera y no puede abandonarla porque hay un tirador apuntándole. Con una premisa atractiva, venida de la mente de Larry Cohen y propia de un film de Hitchcock, Schumacher hace un film al menos presentable, aunque no logra aprovecharla del todo. El cambio de perfil del protagonista, de cínico, mentiroso y arribista a sometido, entregado y rendido sólo es una táctica para en el fondo redimirlo. El film parece decir que ponerse a merced de un arma que nos apunta para lavar la consciencia y decir la verdad nos convierte en mejor persona. Sin embargo la película por momentos transmite el realismo y la desesperación de la situación. Pero aún con sólo 80 minutos de duración cae en cierta monotonía. La trama tal vez sea más propia para un cortometraje. Schumacher utiliza zooms agresivos, pantallas divididas y pequeños encuadres para combatir la monotonía visual, pero no es suficiente. Le roba el fotógrafo a Darren Aronofsky (Matthew Libatique) para darle mucho trabajo para filmar en poco tiempo (la película se rodó en sólo doce días). Esos sí, hay una buena idea en no mostrar nunca a quien hace la llamada y utilizar la voz profunda de Kiefer Sutherland. Schumacher intenta diversificar su rango. Sigue siendo un mediocre director aunque este sea uno de sus mejores trabajos de los últimos años.