Secuela de Pet Sematary (1989) en la que un padre e hijo se mudan al pueblo donde está el cementerio maldito. El único recurso del guión es el golpe de efecto: la muerte de la madre, el asesinato del perro, el accidente con camión, la tortura del chico. Lo que no está mal, también era así la primera parte, pero la total ausencia de atmósfera densa y deseo malsano se siente. Considerando el desastroso guión (la forma caprichosa de cambiar de protagonismo), la película tiene algunos méritos: las resurrecciones de animales se dan por sea por ignorancia, inocencia, obsesión y ofrenda, pero el quiebre hacia el horror no está desarrollado.