Cuento de terror en el que una pareja americana de vacaciones hace una excursión de buceo y se pierde en medio del mar a merced de unos tiburones en el Caribe. Con un mínimo de pretensiones, ideas y presupuesto, el film logra un resultado más que aceptable y llevadero. Hasta el momento Open Water tal vez sea el film que mejor interpretó el alcance y las intenciones de The Blair Witch Project (1999) para explorar las raíces del miedo y la angustia a partir de la escasez de recursos. Si bien no tan extrema y experimental como el film de Myrick y Sánchez, la película logra auténticos momentos de terror y desasosiego. Porque el terror tiene más que ver con la expectación y la incertidumbre que con lo explícito y la consumación. Los actores no profesionales, la fotografía en video y los tiburones reales contribuyen a darle cierto tono documental. La partitura de Graeme Revell y el simple pero efectivo montaje de Kentis aportan para la creación de atmósfera y suspense. Algunas fallas respecto a los tiempos muertos poco explotados, los diálogos y la chatura de los personajes no arruinan el resultado final. La película es una modesta propuesta que no pide y no da más allá de lo que promete. Pero cumple.