Comedia negra en la que una eficiente trabajadora de oficina encuentra en el asesinato una forma de reprimir sus miserias en New York. Debut en el cine de la fotógrafa Cindy Sherman. Las múltiples referencias a los giallos de Dario Argento no sólo se ven en las secuencias de asesinato, sino también en el uso de las luces y la recurrencia de los gatos y las estrangulaciones. La película no niega la dinámica del body count, aunque de forma más delicada casi preciosista, sin la violencia en cada plano del director italiano. El aporte de la banda sonora de Evan Lurie y la fotografía en tonos dorados de Russell Lee Fine crean un clima de tensa calma. Además de las siete muertes, el film agrega un flashback incestuoso y alucinaciones con los cadáveres que la protagonista Carol Kane lleva a casa. La puesta en escena de Sherman toma mucha distancia de lo que narra. Evita el discurso fácil sobre la alienación laboral y no cae en falsas provocaciones. Office Killer es una rareza difícil de encuadrar que tuvo la mala suerte de coincidir con el estreno de la saga Scream (1996–1997), una serie que está en las antípodas de sus planteos.