Secuela de Ocean’s Eleven (2001) en la que la banda de ladrones realiza robos por Europa para pagar las deudas. El film hace del juego, del artificio y de la complicidad sus principales virtudes. Lo que le permite ser hasta cierto punto más libre en la forma y la estructura que el original. Es raro ver una superproducción del Hollywood actual con cámara al hombro en las calles, alteraciones temporales, iluminación natural y juego con los cortes del montajes. Pero ahí está la gracia de una reunión de amigos que hace lo que no está permitido (hasta cierto punto). Si bien no son recursos originales que cambiarán el devenir estético de Hollywood y Soderbergh ya está cansado de usarlos (y los espectadores de verlos), al menos le da cierta vivacidad e inquietud al film que quita el sabor de déjà vu. Uno podría ponerse exigente y cuestionar muchas cosas, las posturas de divos de los actores, la resolución demasiado feliz, pero no tiene sentido ni viene al caso. Eso sí, con la incorporación de Catherine Zeta Jones el film gana en belleza y encanto para compensar la apatía de Julia Roberts. Soderbergh sigue pivotando entre pequeñas obras y concesiones a la industria. Nunca fue y nunca será un autor.