Comedia de fantasía en la que dos amigos viven juntos en un mundo que empieza a desaparecer progresivamente hasta que no queda nada en Toronto. Luego de los problemas de distribución que tuvo con Cypher (2002), Natali vuelve a Canadá con un propuesta más modesta. La original premisa fantástica puede hacer pensar en Cube (1997), pero esta vez el énfasis está puesto en lo humano, lo humorístico y el retrato de personajes. No tanto en lo tenebroso, lo angustiante y lo perturbador. Aun así, persiste su capacidad para explotar mínimas ideas con máximos resultados, adoptar una perspectiva fantástica a partir de la simpleza de las situaciones y utilizar el concepto como disparador de múltiples interpretaciones. El humor algo simplón, las actuaciones que cargan con demasiado peso y un guión que termina explicando de más son pequeñas fallas que se olvidan por la originalidad del planteo. A fin de cuentas, el tono agridulce es el que se impone. Si dos humanos se quedan solos, lo más probable es que terminen matándose. Pero, despojado el cuerpo de sus objetos, es el fin de su padecimiento. Natali vuelve a sorprender. Lástima que después de Cube no ha podido conectar con el público.