Drama en el que una estudiante universitaria mantiene una relación con un profesor casado en Seúl. Las películas de Hong más que una forma han encontrado una fórmula. Ya sabemos que cada plano corresponde a una escena. Que el relato se quiebra o recomienza un par de veces. Pero en el fondo todo tiene que ver con la duración del relato y la duración del largometraje. Pese a mantener cierta linealidad, las escenas son como tres episodios. Que sea una protagonista mujer podría significar un avance, pero la historia es la misma: hay un director de cine, una infidelidad y una historia de amor más o menos trunca. Los tres segmentos arrancan o terminan con la protagonista quedándose dormida. Por lo que todo lo que vimos podría ser sólo un sueño. Nobody’s Daughter Haewon tiene una sencillez, una gracia, un despojo y una simpleza en las cosas que estaba ausente en las últimas películas de Hong: esa escena en que la protagonista camina como una modelo, aquella otra en que sale corriendo imprevistamente. Un tono más ligero resulta afortunado. La puesta de cámara de Hong sigue con sus molestos planos de perfil, pero hay que reconocer que para filmar los besos funciona muy bien.