Drama en el que cuatro niños hermanos son abandonados por su madre y viven solos en un departamento de Tokyo. Luego de una trilogía sobre la muerte, la pérdida y la memoria, Koreeda da un salto cualitativo que insinuaba en su obra hacia un realismo casi intolerable. A partir de un extraordinario trabajo de los niños actores, de una sensibilidad a prueba de todo golpe bajo, de una puesta en escena que aprovecha la plenitud del espacio y de una resolución que escapa a toda complacencia y moraleja, Nobody Knows es uno films más emotivos y poderosos de la década de 2000. La utilización de planos cerrados al principio y de los planos abiertos al final relativiza al horror, pero el uso de pequeños detalles visuales (el esmalte de uñas) resulta inquietante. La utilización de la música a partir de suaves guitarras no es para nada intrusiva. La captura de gestos y posturas excede a cualquier explicación. La progresión narrativa (de la incertidumbre a la degradación y de allí al aislamiento) no tiene nada de manipuladora. La búsqueda de Koreeda lo lleva hacia el cine de Yasujiro Ozu, aunque arriba desde otro lugar.