Cuento de terror en el que tres chicas camino a Las Vegas son raptadas por un psicópata que dirige un imaginario circo en el medio del desierto. Más allá del sadismo de algunas escenas (una de las cautivas se ríe cuando torturan a su compañera, la persecución de la pantera y la intimidación con la víbora) y la resolución a contracorriente, la película está lejos de ser uno de los mejores acercamientos a los horrores de la América profunda. Una deficiente construcción narrativa, las pésimas actuaciones (en especial de Andrew Prine), una música inoportuna y los molestos zooms ad hoc convierten a NIghtmare Circus en una abyección inofensiva.
El film pertenece al mismo territorio exploitation de Schoolgirls in Chains (1973), The Centerfold Girls (1974) o Trip with the Teacher (1975), pero ni aún así puede gozar de sus excesos (¿por qué no están desnudas? ¿por qué no las viola?). La película se termina pronto. Ya a las 12 minutos las chicas descubren el granero con las cautivas y quedan presas. A partir de allí la falta de voluntad para escapar, la psicopatía de cartón de Andrew Prine y los estériles montajes paralelos del agente que las busca se hacen dueños de la función hasta el punto que la puesta en escena y el montaje tienen limitaciones básicas para expresar lo más simple. Las apariciones tácitas de un monstruo deforme por la radiación (en la zona se llevaron a cabo pruebas nucleares) carecen de fuerza e impacto. Alan Rudolph muestra un nulo interés o conocimiento por la dinámica de cuento de terror. Hasta William Girdler, con sus limitaciones, tiene más destreza y pasión por el género.