Drama en el que un joven que se prostituye se reencuentra con un amigo de la infancia con el comparte traumático suceso en Los Angeles y New York. Araki da más pasos necesarios para que su cine alcance la madurez. Adapta un material ajeno (la novela de Scott Heim). Le agrega cierta complejidad narrativa a partir del uso de dos narradores. Bucea en la profundidad del melodrama y la tragedia. Hace un retrato de época, desde principio de la década de 1980 hasta 1991. Y utiliza el score no sólo con canciones. Si bien es uno de sus mejores trabajos, su cine todavía está lejos de ser asimilado o reconocido. Es que el catálogo de temas polémicos como la pedofilia, el abuso, el despertar sexual infantil o la prostitución masculina están tratados con una inteligencia y sinceridad que no van con estos tiempos de mentes estrechas y provocaciones fáciles. La película no deja de ser un cuento sobre los marginados, los rechazados, los freaks, sobre la búsqueda, la adaptación y la resignación. Temas de siempre en su filmografía. Si se puede rescatar alguna idea o concepto, pese a su devastadora conclusión por las heridas del pasado, es el de la diversidad. El film evita el psicologismo de guión en las historias paralelas y progresivas e incluye cierto humor y ternura en algunos momentos. Araki hace un film casi imposible que muestra el callejón sin salida del cine indie americano donde las películas realmente valiosas no pueden ser mostradas fuera de un reducido círculo.