Drama en el que la esposa de un escritor sufre unas constantes inesperadas visitas en su casa en medio de un bosque en Norteamérica. La primera parte del film funciona como una película absurda de Roman Polanski, más cerca de Che? (1973) que de Rosemary’s Baby (1968). Pero la segunda carece de todo sustento fantástico, narrativo o cinematográfico. Bajo una vaga intención de sorprender al espectador, la película se convierte en una variante catastrófica (en todo sentido) del subgénero home-invasion. Los pocos méritos que hasta el momento tenía (la lejanía que se establece entre la pareja aun cuando comparten gran parte de las escenas, la actuación contenida de Jennifer Lawrence) se vienen a pique. Porque la pasividad de la heroína tiene un límite y Aronofsky termina haciendo con Jennifer Lawrence lo mismo que el personaje de Javier Bardem hace con ella. Más allá de las referencias simbólicas de la historia a Dios, la creación y la madre naturaleza (que no vale la pena profundizar), la película hace una lectura de la creación artística bastante forzada y precaria. Estos cineastas que, como José Luis Guerín en La academia de las musas (2015) no pueden dejar de ver a las mujeres como musas e inspiradoras o que todavía principalmente las ven como eso, atrasan. Aronofsky podría ahorrarse su meditación sobre el proceso creativo para mostrar simplemente una creación.