Drama surreal en el que una madre, su hija y una vecina viven en un deshabitado edificio en Buenos Aires durante el verano. Ortega apuesta por el artificio y el absurdo con una asumida teatralidad: la madre despedida de un parque de diversiones que se hace transfusiones de sangre, la hija con una pierna más larga que la otra tiene sexo con un hombre invisible, la vecina/madrina se acuesta en una pileta de agua marrón. El problema es que no termina de delinear a los personajes más allá de la extravagancia y todavía se lo ve temeroso de meterse de lleno en terreno del cine fantástico. Su film es otro ejercicio autocomplaciente.