Cuento de ciencia ficción sobre la llegada del hombre al planeta Marte en el año 2020. Más allá de las previsibles referencias a 2001: A Space Odyssey (1968) , con la imagen de la rueda, la figura de piedra, el paseo por el espacio y cierta reflexión filosófica, un guión un poco cargado de sentimentalismo y recuerdos melancólicos de los personajes y la ausencia de la ironía y el humor habituales de De Palma, el film no es para nada despreciable. Las set pieces de la tormenta de polvo y la reparación de la nave y la descripción del planeta Marte resultan espectaculares. Ciertas reminiscencias al thriller a partir de la visualización de las muertes y la reaparición del único sobreviviente en Marte le permiten a De Palma jugar con la puesta en escena. Si bien la resolución puede decepcionar por la inclusión de una suerte de clase de historia a cargo de un marciano digital y de un rápido montaje de imágenes de momentos de la vida del protagonista, no hace más que confirmar la personalidad y rareza del film.
De Palma hace su primera incursión en la ciencia ficción y realmente sorprende a propios y extraños. La gran cantidad de efectos especiales digitales no sólo no impide que le imprima su sello a la película, sino que sirven de plataforma para una puesta en escena tan pura como transparente que logra explorar las posibilidades afectivas y humanistas de la historia. El uso de los primeros planos, la inclusión de una escena de baila en gravedad cero, la poética visualización de las muertes, el uso de la música de Ennio Morricone, la referencia al rostro en la figura que los astronautas encuentran en Marte, la aparición del agua como pasaje entre la vida y la muerte son muchas de las imágenes e ideas que recorren el film. Donde también hay lugar para esas largas, coreográficas y musicales secuencias de suspense y tensión propias de De Palma desde el momento que se produce una falla en la nave hasta esa imagen de la muerte del personaje de Tim Robbins que se saca el respirador con el planeta a su espalda.