Secuela de Mission: Impossible (1996) en la que el agente secreto es enviado a Sydney para evitar la propagación de un virus en manos de un grupo terrorista. Sin tanto énfasis en el thriller, pero con mayor importancia en la acción y la historia de amor, John Woo hace un film muy diferente al de Brian De Palma. Si bien conserva algunos tics como el uso (y abuso) de la tecnología, la traición como origen del conflicto y la secuencia del robo, a Woo no le interesa la fría ironía de De Palma. La película arranca con una de las presentaciones más espectaculares de Hollywood de los últimos años: un avión que se estrella, el protagonista escalando montañas y un baile de flamenco. Después la acción se contiene y Woo trata de incluir más de una referencia a Hitchcock. Para terminar con una persecución antológica en la que todo es llevado al extremo. A Woo poco le importa la historia que cuenta, sino armar un despliegue visual y estético destinado a fascinar e hipnotizar, más allá de que muchas veces le cueste la articulación entre las set pieces y las transiciones. Claro que esta vez cuenta con 180 millones $ de presupuesto que pueden cubrir cualquier bache. Tal vez el único problema, respecto a sus films anteriores, sea la falta de violencia que es un condimento indispensable para sostener sus artificios. Woo ya lo hizo antes y ya lo hizo mejor en Hong Kong. Todavía se está mostrando en Occidente.