Policial en el que dos agentes se infiltran en una organización de narcotraficantes en Miami. Adaptación de la serie de televisión Miami Vice (1984-1990). Hay que olvidarse de la música pop de la década de 1980, del colorido turístico de Miami y del glamur de cartón televisivo para disfrutar de una película que define al cine de Michael Mann: híper tecnificado, estilizado al detalle y ultra profesional. Sabedor de lo icónico de la figura de los dos policías y del estereotipo de sus dos personajes, la película se dedica a captar instantáneas, gestos y movimientos, antes que a indagar en la psicología o introspección mental de los personajes. Busca en el papel de los narcotraficantes una humanidad y un profesionalismo equivalentes al de los policías. Esta vez el formato digital (la iluminación natural, el carácter de inmediatez) da un vértigo a la acción que la trama en sí no tiene (sólo tres tiroteos). Colin Farrell aporta una sorprendente madurez a un personaje que casi no habla. La palpitante sensualidad de Gong Li cuando imita el gesto de Farrell en la ducha queda en el recuerdo. Y la breve pero intensa aparición de Luis Tosar como el jefe de los narcotraficantes redondea uno de los momentos más inquietantes del film. Luego de ese juguete sin gracia que fue Collateral (2004) Mann vuelve a lo que mejor hace.