Comedia dramática en la que un diletante trata de impulsar un negocio de importación mientras hace varias actividades durante un día en New York. Luego de varias incursiones genéricas que no iban a ningún lado, Hartley vuelve al tipo de films con el que comenzó su carrera. Esta vez en formato reducido (58 minutos de duración) y con un nuevo actor protagónico (D.J. Mendel), pero con la misma inventiva en los diálogos e imprevisibilidad de las situaciones. Entre las varias actividades que el protagonista realiza “mientras tanto” figuran una charla con una bella mujer que analiza suicidarse en el puente Brooklyn, ir a una audición como baterista, ir a buscar la llave de un departamento a una productora de cine, ayudar a la empleada de limpieza de allí, hacer tiempo en un bar donde charla con un escritor al que le arregla su máquina de escribir y visitar a su ex esposa actriz. Básicamente todo el film se compone de esas escenas de mientras tanto en las que le protagonista muestra su habilidad para ayudar a los otros sin esperar nada a cambio. El problema es que la resolución trata de cerrar ese camino con ironía sobre el éxito y el azar, pero le falta un poco de rigor y de agudeza. A veces la constante utilización de la música resulta molesta. En un momento en la escena del bar el escritor, refiriéndose a su éxito temprano del que todavía vive, dice una frase que bien puede aplicarse a la obra de Hartley: ¨Hoy ya no tengo las fuerzas para desafiar al mundo como en mis primeras obras.¨