Cuento de terror en que un adolescente dice ser un vampiro de 84 años en un suburbio de Pittsburgh. El film tiene una inusual carga de humanismo. Más que un film de terror, es una película sobre un joven tímido buscando su destino. El vampirismo está visto como una enfermedad, pero ninguna de las supersticiones está presente (la luz solar, los crucifijos, el ajo). De hecho el vampiro ni siquiera tiene colmillos. Droga a sus víctimas y las corta con una hoja de afeitar. Los ataques son shoqueantes porque están despojados de toda la sensualidad y la distinción de los vampiros habituales del cine. Romero muestra soltura para desenvolverse en el terreno del drama de bajo presupuesto. Las situaciones no resultan forzadas y la inserción de flashbacks en blanco y negro no devienen artificiales. El film agrega cierta crítica social en cuanto a la incomprensión que sufre el protagonista (que precipita la trágica resolución) y al programa de radio que toma sus confesiones como un espectáculo.