Secuela de Maniac Cop (1988) en la que el policía psicópata continúa su matanza en las calles de New York. Si bien el film sigue los patrones del original en cuanto a la estilización nocturna de la violencia y el retrato de personajes desagradables, pierde algo de la virulencia de los asesinatos y el sentido del humor irónico. En reemplazo agrega cierta simpatía con el monstruo (la escena en la que logra pronunciar su nombre) y una trama con un asesino de strippers que parece un personaje agradable en comparación. En la resolución nuevamente tenemos un exceso de persecuciones y explosiones con el que se pierde todo el atractivo.