Cuento de terror en el que un policía asesino de inocentes aterroriza las calles de New York. La explotación comercial de un subgénero nada sutil (el slasher) permite a sus creadores seguir con sus obsesiones: Lustig, con el gore y las referencias al giallo, y Larry Cohen, con sus temáticas sociales (el gatillo fácil, la burocracia policial). Los numerosos asesinatos no son demasiado gore si los comparamos con Maniac (1980), pero hay un plano escalofriante: la cuchillada por detrás al jefe que vemos a través de la puerta. Lustig le gana a Craven en varios años en cuanto a referencias al giallo. Los agresivos travellings, el juego por la identidad y el móvil del asesino terminan siendo lo más atractivo del film. Es una lástima que en la última parte el film adquiera los peores tics del cine de acción de la década de 1980: la persecución de autos, el ralentí, la fábrica abandonada y el clímax en el muelle.