Psycho thriller en el que un restaurador de maniquís asesina mujeres en Los Angeles. Remake de Maniac (1980) de William Lustig. El film de Franck Khalfoun es uno de los pocos recientes remakes de películas de terror de las décadas de 1970 y 1980 que no es una auténtica pérdida de tiempo. El film respeta al original yendo por otro camino. La cámara subjetiva ha sido un recurso habitual del cine de terror moderno. En el psycho thriller en particular ha estado presente desde sus inicios, de hecho Peeping Tom (1960) arrancaba con ella. Pero aquí la idea es llevada hasta las últimas consecuencias. El recurso se utiliza de forma directa y total: el personaje no sostiene la cámara, sino que es la cámara. Sorprendentemente la narración en primera persona no compromete tanto al montaje y a la puesta en escena porque Khalfoun tampoco se esclaviza: cuando debe brevemente abrir el cuadro o cambiar de perspectiva, lo hace. Sólo los asesinatos pierden un poco visualmente. Pero de esta forma las escasas apariciones del rostro de Elijah Wood en espejos o reflejos resultan más inquietantes. La idea de la cámara subjetiva puede haber surgido de la imagen más aterradora del original. En la película de Lustig el rostro del asesino se reflejaba en un espejo (mirando de frente al espectador) mientras perseguía a una mujer en el baño público de una estación de subte. El cambio en la ambientación de New York a Los Angeles no se nota mucho porque el film asume la perspectiva alucinada del protagonista. Pero esta vez la trama de restauración de los maniquís adquiere más pertinencia porque hay algo sobre la conservación de un arte en vías de extinción que concierne a muchos de los nuevos directores de cine de terror.