Policial de acción en el que un ex agente mexicano es contratado para asesinar a un senador que se opone a la inmigración en Texas. Parece que tantas películas para chicos y tantos trabajo en la pantalla verde le quemaron un par de neuronas a Robert Rodriguez. El film es apenas un capricho a causa de la popularidad del falso trailer de Grindhouse. Porque los chistes y el humor son prefabricados, porque la historia no va a ninguna parte, porque la violencia como siempre es de juguete, porque el tema de la inmigración acusa las limitaciones discursivas de Rodriguez, porque los personajes no pueden lucirse, porque las elecciones de casting son discutibles en todo sentido y porque el sexo y los desnudos resultan una gran mentira. Lo que no sería grave si la puesta en escena no fuera tan berreta. Ni la inclusión de subgéneros como los luchadores enmascarados o la nun exploitation tiene gracia. El film queda como una torpe expansión de la serie de films de El mariachi (1992). Sólo algún chiste como la comunicación en video chat con mala calidad de imagen, algún delirio como los intestinos utilizados como cuerda para escapar de los asesinos o algún momento como la reaparición de Michelle Rodriguez como revolucionaria sacan una sonrisa. Ya es hora de que Rodriguez aproveche las libertades que tiene dentro de la industria para convertirse en otra cosa que un mercenario.