Historia de amor de un estudiante de cine americano y una estudiante de bellas artes en Paris. Luego de Enter the Void (2009), Gaspar Noé continúa inmerso en una seria involución de su cine. La voz en off del protagonista con la que arranca el film resulta tan insoportable como todo lo que dice. En las pocas escenas de exteriores que se ven la película transcurre en una Paris donde aparentemente todo el mundo habla inglés (hasta la policía). Por momentos el film se acerca peligrosamente al balbuceo del cine de Eliseo Subiela o, peor, a las arreglos visuales publicitarios de Adrien Lyne. A estas alturas Noé debería saber que, en las escenas de sexo, no por mostrar más, lucen más realistas. La estructura de flashbacks, si bien no sigue una línea temporal programática (ya sea para adelante o para atrás), sólo sirve para dejar al final el momento en que la pareja se conoce en el Parc des Buttes-Chaumont. En vez de seguir fantaseando con 2001: A Space Odyssey (1968) y de poner tantos posters de películas en el departamento donde transcurre buena parte de la acción, Noé debería no ser tan condescendiente con el espectador. En un momento le hace decir a su protagonista: “Quiero hacer películas de sangre, esperma y lágrimas”. Cuando él sabe que esas películas ya se hicieron. Turkish Delight (1973) de Paul Verhoeven es todo lo que su film pretende y no puede ser.