Cuento de terror en el que una mujer recibe un llamado de su hija supuestamente muerta hace cinco años en España y se pone a investigar su origen con la ayuda de un detective retirado. Adaptación de la novela The Nameless (1981) de Ramsey Campbell. A partir de un desasosegante diseño visual, de la impresionante fotografía de Xavi Giménez y de una trama que involucra sectas satánicas, el film es un viaje a las raíces de la oscuridad y el mal. Hay que agradecer que Balagueró no llena la película de muertes, sustos innecesarios o molestos efectismos y mantiene un tono sombrío y contenido. La concepción visual de la imagen resalta los tonos grises y negros con el poco lugar que da a luz. Es lo más parecido a la fotografía de los films de David Fincher, pero inscripta de lleno en el género de terror. La película está repleta de pequeñas referencias a modernos clásicos del género: la estatua de la virgen que supuestamente llora de The Exorcist (1973), la escena de la pileta y los cristales que se golpean de Suspiria (1977), la escabrosa escena con un cadáver en la morgue de Se7en (1995), la silueta de los personajes que salen y aparecen de la oscuridad de Lost Highway (1997). Pero son lo suficientemente sutiles para no molestar. Algunas imágenes como las breves apariciones de la niña en flashbacks o pesadillas, las escasas pero perturbadoras presencias de las monjas, la filmación en el hospital abandonado o la entrada al hotel con las figuras en el fondo que se mueven quedan en la retina y realmente logran asustar. El único problema del film es la floja resolución: no logra ni asustar ni convencer, resulta abrupta y precipitada. Queda la impresión de que la película podría haber terminado antes. Aun así, Los sin nombre es una auspiciosa ópera prima, muy por encima de las de Amenábar y De la Iglesia, que ubica a Balagueró como la gran esperanza del cine de terror español contemporáneo.