Drama en el que tres hermanos deben decidir la venta de la casa familiar ante la muerte de la madre al norte de París. Para desorientar más a quienes no entienden su cine inteligente, cerebral y moderno, Assayas hace su tal vez su film más reposado, sutil y maduro. En sí, todas las acciones cruciales (la muerte de la madre, la venta de los muebles y el pasado secreto) quedan fuera de la pantalla y todos los conflictos (el peso de memoria, los deseos no cumplidos, las expectativas de futuro) nunca son verbalizados o explicitados. Lo que queda en el film es la pura imagen, las emociones genuinas y los momentos en sí como fuerza primaria que guía el destino de los personajes y el devenir de la historia. En ese sentido el final de la película con la fiesta que organiza la hija del protagonista en la casa a punto de ser perdida, con su virtuoso plano secuencia, la música, el baile, el agua y la pared es una celebración de la belleza del instante. Otro film de Assayas en apariencia anodino, frío y convencional que esconde un autor plenamente consumado.