Fábula en la que dos enviados del diablo llegan a un castillo para seducir a la hija de un barón y su prometido en Europa en el siglo XV. A partir de un extraño timing narrativo, una puesta en escena segura y un oportuno uso del ralentí, Marcel Carné crea una atmósfera fantástica y perturbadora. Con la llegada del Diablo, la película asume un tono más irónico y el resto de los personajes se diluyen, pero en el final recupera algo del poder alegórico del principio en la imagen de piedra.