Secuela de Orphée (1950) en la que el poeta viaja en el tiempo y se encuentra con sus creaciones. Cocteau hace un resumen de su obra cinematográfica en el que se dan cita la esplendorosa fotografía en blanco y negro, el oportuno sentido del humor, la sencillez de los efectos especiales y los cameos de sus amigos actores. Aunque el film queda algo lastrado por sus pretensiones intelectuales y un guión que se estanca en su parte media.