Drama en la que una prostituta busca abandonar la vida en la calle y casarse con un hombre en Roma. Fellini se confirma como un maestro para capturar gestos y definir personajes que resultan a la vez tan extraños como familiares (por ejemplo, la secuencia del cabaret). Expresa la tragedia de forma tan simple como cruel en el plano de la protagonista saliendo de la habitación de la habitación del actor y el contraplano de la novia durmiendo placenteramente. Desde la crueldad extrema de la primera secuencia hasta la mirada a la cámara que tiene el mismo efecto que Les quatre cents coups (1959), el film no hace ningún tipo de concesiones.