Comedia dramática en la que un lustrabotas esconde a un niño africano buscado por la policía en Le Havre. Kaurismäki vuelve a Francia, donde ya había rodado La vie de bohème (1992), para filmar una fábula proletaria milagrosa con su estilo cada vez más asentado. Si el escenario, los personajes y la resolución son decididamente utópicos, la coherencia del punto de vista los hace realistas. Kaurismäki muestra su habilidad para crear personajes geniales a partir de la vestimenta, los gestos y el caminar (el inspector interpretado por Jean-Pierre Darroussin), estilizar el horror sin banalizarlo (la presentación de los inmigrantes africanos en el conteiner), aprovechar el off visual (el asesinato del gangster al principio), extraer el poder afectivo de los planos detalle (así sea de un sándwich o de una bolsa), usar pequeños detalles (la esposa que limpia zapatos) e incluir la música (un recital de regreso de Little Bob). Kaurismäki ha espaciado su producción, pero cada nuevo film muestra una mayor lucidez que el anterior.